Extracto tomado de la publicación de CEPAL y la Secretaria General Iberoamericana: Espacios Iberoamericanos: Hacia una nueva arquitectura del Estado para el desarrollo.
La discusión en torno a la eficacia y la eficiencia
del gasto público cobra aún más valor si la
igualdad ocupa un lugar prioritario en las estrategias de desarrollo. Es indispensable asegurar
la calidad de las políticas públicas y aumentar la capacidad de generación de consensos, lo que la CEPAL (2010a) ha denominado “una nueva arquitectura
estatal”.
En países que enfrentan distintas realidades y
exigencias, la agenda de transformación del Estado no puede concebirse como una
simple reproducción de las trayectorias seguidas por los países desarrollados.
En los últimos años, los
países de América Latina y el Caribe han debido resolver nuevos requerimientos
en materia de protección ambiental y gestión de las catástrofes naturales,
igualdad de género y superación de otras brechas del subdesarrollo.
Así, el hecho de limitar la
gestión pública a un mero control cuantitativo de las cuentas, mediante reglas
numéricas sobre la deuda pública, el déficit o el gasto, no garantiza un
adecuado manejo de la economía por parte del Estado, pues impide la adopción de
medidas contracíclicas y, sobre todo, no toma en cuenta el impacto de las
finanzas públicas en los objetivos cruciales del desarrollo, el crecimiento de
largo plazo y la distribución del ingreso.
Además del control del déficit
y de la deuda pública, es menester alcanzar niveles adecuados de cobertura de
los servicios públicos, así como un nivel y composición de ingresos y gastos
consistentes con su función redistributiva de ingresos.
El papel del Estado también es
relevante en el crecimiento económico. Por ello se debate cada vez con mayor
frecuencia sobre el concepto más amplio de calidad, que refleje los vínculos
entre los aspectos cuantitativos y cualitativos de la política fiscal.
El concepto de calidad abarca
los elementos de las finanzas públicas que garantizan un uso eficaz y eficiente
de los recursos públicos, con el objeto de elevar el potencial de crecimiento
de la economía y, en el caso de América Latina, asegurar niveles crecientes de equidad
distributiva.
En este contexto, es
fundamental hacer hincapié sobre el efecto macroeconómico no lineal del gasto
público; no se trata de denostar su incremento por razones de eficiencia
económica, ni tampoco de apostar por él como único motor del desarrollo.
Las tareas de la gestión
pública son múltiples y los recursos disponibles, escasos. Teniendo en cuenta
esta realidad, los objetivos estratégicos de la gestión pública pueden
descomponerse en tres niveles.
El primer objetivo
estratégico, de convergencia productiva con igualdad, implica transformar la
gestión del Estado sobre la base de estrategias nacionales de desarrollo,
finanzas públicas de calidad, marcos fiscales de mediano plazo y gobiernos
abiertos y transparentes. Un segundo objetivo estratégico consiste en mejorar
la capacidad de asignación de los recursos públicos, lo que supone avanzar en
los sistemas de gestión pública: planificación estratégica institucional,
presupuestación plurianual, sistemas nacionales de inversión pública y sistemas
de evaluación de políticas y programas.
El tercer objetivo estratégico
es lograr una provisión eficaz y eficiente de bienes y servicios públicos y, al
mismo tiempo, fortalecer el desempeño operacional de los organismos públicos. Para
ello es menester desarrollar indicadores compartidos y transversales de
resultados y establecer convenios de desempeño y de gestión en reparticiones
públicas clave. Habida cuenta de los desafíos ambientales y de la necesidad de
eliminar todas las formas de desigualdad, es necesario que entre los objetivos estratégicos
se reconozcan las desigualdades de origen (género, raza, etnia, generación),
adecuando sus instrumentos e incluyendo medidas específicas de acción positiva
que permitan la igualdad en los resultados.
·
Para lograr estos objetivos,
ha sido muy importante recuperar el ciclo presupuestario (que perdió su papel rector
de discusión de las políticas públicas durante los años de alta inflación) en
muchos países de América Latina, dado que resulta un instrumento transparente y
democrático de asignación del gasto público. También son patentes los progresos
en materia de planificación estratégica y de asignación plurianual de
inversiones. La función de asignación se ha visto igualmente robustecida con el
reciente desarrollo y fortalecimiento de los sistemas de evaluación de
programas y de inversiones públicas.
·
La consolidación de los
sistemas integrados de administración financiera y, en términos más generales, del
gobierno electrónico o digital ha marcado la agenda en cuanto a la
modernización del sector público. Tal vez, una asignatura pendiente de estas
transformaciones sea la gestión de los recursos humanos en el sector público
(Bárcena y Kacef, 2011).
“En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido.
ResponderEliminarERNESTO SÁBATO